

Plantas

Acónito
Aconitum deriva del griego antiguo akòniton que significa planta venenosa. De hecho, la planta es conocida por su alta toxicidad desde la antigüedad. Hay dos raíces que se atribuyen a su nombre: akone (piedra), en referencia a su hábitat, ya que crece entre las rocas, y koné (matar), obviamente haciendo referencia a su toxicidad.
Según el mito griego, el acónito o lobo venenoso (aconitum napellus) caía de la saliva del perro de tres cabezas, Cérbero, que protegía la entrada al inframundo. Su nombre refleja en qué se usaba: como cebo para envenenar a los lobos. También para envenenar a otras personas, asociándose también con la brujería.

Anémona
Etimológicamente procede del griego ánemos, viento y significa flor del viento, haciendo referencia a cómo las semillas de esta flor son esponjosas y se propagan por el aire.
Existió en la antigüedad una ninfa de las flores llamada Cloris y a su jardín solía acudir el dios del viento del oeste, Céfiro, enamorado de ella. En el jardín de Cloris vivían otras muchas hermosas ninfas, y, entre ellas, una joven llamada Anémona. Un día Céfiro, demostrando poco interés por Cloris, comenzó a cortejar a la apuesta Anémona. Celosa e irritada, Cloris expulsó a Anémona de su jardín, para que permaneciese en los bosques salvajes. Afortunadamente cruzó un día por esos bosques Céfiro, y viendo a la pobre Anémona moribunda, la convirtió en la blanca y preciosa flor que crece al pie de los árboles cuando florece la primavera.

Asfódelo
La palabra asfódelo viene del latín asphodelus, y esta a su vez del griego ἀσφόδελος. En la mitología griega los Prados Asfódelos son una parte del inframundo, una de las tres regiones del Hades. Se dice que este es el lugar donde van a morir las almas ordinarias. La flor Asfódela, de cuyo nombre proviene el lugar, resulta ser la comida favorita de los muertos. Antes de entrar, se debe beber las aguas del río Leteo para así olvidar cualquier recuerdo o identidad, lo que transformaba a las almas que moraban allí en poco menos que sombras.

Aster
Los mitos antiguos más populares explican cómo los aster fueron creados del polvo de estrellas
mientras Virgo, también conocida como Astrea, la diosa de la Justicia, lloraba por el pecado de los hombres en la tierra. Astrea fue la última inmortal que vivió entre los humanos durante la Edad de Oro de estos, abandonando la Tierra en último lugar cuando los hombres se corrompieron. Zeus la elevó al cielo, situándola entre las estrellas como la constelación de Virgo, y la balanza que llevaba en las manos se convirtió en la cercana constelación de Libra. Sus lágrimas cayeron como polvo de estrellas, cubriendo la tierra con aster. Este mito da credibilidad a la belleza y forma de estrella del Aster.

Girasol
La ninfa Clytia estaba enamorada de Apolo, dios del sol, pero este amor no era correspondido, lo que llevó al corazón de la ninfa a partirse.
Día tras día Clytia seguía los pasos de su amado con los ojos llenos de amor, hasta tal punto que comenzó a olvidarse de comer y de beber.
Una vez muerta, Zeus la convirtió en un girasol que seguía su recorrido desde que salía de su palacio por la mañana hasta que llegaba al atardecer por el oeste. Una flor que, aún hoy, no olvida el objeto de su amor y su diadema dorada continúa siguiendo al sol.

Iris
La flor Iris recibe su nombre en honor a la diosa griega Iris, a quien se representa como una joven virgen con alas doradas que porta un jarro de agua. Iris fue la hija menor de Hera y de Zeus.
Zeus, enfurecido con Hera por derramar la leche de su pecho mientras amamantaba a su hijo Hércules para convertirlo en dios y crear la Vía Láctea, robó el brillo de todas las estrellas.
La joven Iris, enternecida por el amor que veía entre los hombres condenados a la sombra sin el brillo de las estrellas y con astucia sin igual, solicitó a su padre Zeus que creara un puente entre el cielo y la tierra, ya que la bóveda que todo lo cubría estaba a oscuras y no podía ver bien los amores que se producían entre los hombres.
La diosa Iris entonces tomó un poco de color de aquel arco iris en sus viajes por el mundo y colocándolo en el suelo lo regaba con unas gotas del agua de Estigia que contenía su Jarro.
A Iris se la veía siempre apresurándose a la velocidad del viento de un extremo a otro del mundo, llevando su jarro para suministrar a las nubes el agua que necesitan para que se regara el jardín del mundo con la lluvia.
De ahí nacieron las flores de su nombre que poseen la misma variedad de colores que el arcoíris, flores impregnadas de esos colores que la diosa Iris va recogiendo del cielo y el arco de su nombre y disemina por la tierra con su jarro de agua.

Jacinto
El dios Apolo amaba a un príncipe espartano llamado Jacinto, al igual que Bóreas, el dios del viento del norte, quien también estaba enamorado de Jacinto. Un día en que Apolo enseñaba al muchacho a lanzar el disco, el viento del norte, cegado por los celos, se apoderó del disco y lo lanzó contra el cráneo del príncipe. Antes de que este muriera, Apolo impidió a Hades reclamar el alma de su amado, y de la sangre derramada hizo brotar una flor de gran belleza y exquisito perfume, el jacinto.
Este nombre procede del griego Ὑάκινθος que significa que es bello como esa flor, haciendo referencia a la planta que lleva su nombre.

Menta
Procede del latín mentha y este del griego antiguo μίνθη (mínthē).
En la mitología griega Mente fue el amor ilícito de Hades, el dios del inframundo, hasta que lo descubrió Deméter, madre de su envidiosa esposa, Perséfone.
Según otras versiones del mito era una ninfa que fue amante de Hades antes de conocer a Perséfone. Se dice que la abandonó tras conocer y enamorarse de la hija de Deméter. Mente, desengañada, salió a decirle a Perséfone (o a su madre Deméter), que Hades se aburriría de Perséfone y la abandonaría, por lo que el Hades regresaría con ella. Una de estas dos diosas la golpeó tan fuerte que Mente se desintegró. De sus restos Hades (o según otras fuentes, la propia diosa) creó entonces la planta de la menta.
El vínculo de la menta con Deméter y Perséfone, divinidades asociadas a la muerte, viene probablemente del uso de la planta de la menta en ritos funerarios, para tapar el olor del cadáver en descomposición.

Narciso
Había un joven que respondía al nombre de Narciso. Era guapo, alegre y sobre todo apuesto. Sin embargo, uno de los grandes defectos de Narciso era que solo sabía quererse a sí mismo. Un claro ejemplo de esto fue cuando Eco, una ninfa del monte Helicón, intentó agasajar al joven Narciso con su bella e inocente voz. Pero sobre Eco caía una fatal maldición. Hera, celosa de esta ninfa, no quería que encandilase a su esposo Zeus, y por ello la maldijo quitándole su voz y provocándole que solo pudiese articular la última palabra de la persona con la que estaba conversando. Eco no se podía permitir perder a Narciso. Por ello, un día le siguió furtivamente a través de los bosques para hacerle saber de sus profundos sentimientos. Esto era imposible debido a su maldición, así que se sirvió de su sintonía con la naturaleza y los animales para que estos le dijeran a Narciso que lo amaba profundamente. Pero Narciso se tomó la declaración de esta ninfa con cierta mofa. Tras la reacción de Narciso, Eco se marchó a las cuevas para pasar el resto de su vida sola, triste y rota de desamor. Sin embargo, antes de su muerte, rogó a Némesis, deidad de la venganza y la justicia divina, que maldijera a Narciso a enamorarse únicamente de su propio reflejo.
Esta maldición tuvo efecto, ya que cuando Narciso fue un día al río Cefiso para refrescarse un poco, este se acercó y se enamoró de lo que veía, sin ser consciente de que lo que en realidad estaba viendo era a sí mismo. Fue entonces cuando se acercó tanto al borde para admirarse que cayó al agua y murió ahogado. Narciso pasó el resto de la eternidad en el Inframundo, atormentado por su soberbia y vanidad. Con el paso de los siglos se dijo que en este lugar creció una flor de lo más particular, que se caracteriza sobre todo por su enorme belleza y colorido en sus pétalos, el narciso.

Peonia
La leyenda griega cuenta que Peón, médico de los dioses recibió una planta que curó milagrosamente a Hades, la cual le ofrece la madre de Apolo, y que esta curación despertó tanta envidia en Asclepio, el dios de la medicina, que ordenó secretamente la muerte de Peón. Sin embargo, Hades, en agradecimiento por la ayuda que recibió, no lo dejó morir, sino que lo convirtió en una peonía (la flor) que desde entonces comenzó a llevar su nombre .

Rosal
Hay cuatro mitos que se atribuyen a las rosas:
Una primera versión afirma que Cibeles creó esta flor como venganza contra Afrodita, para que su belleza hiciese competencia a la de la diosa del amor, hasta entonces sin rival.
Otra variante atribuye su creación a la propia Afrodita, quien mientras nacía de la espuma del mar habría querido poner a prueba su poder creando algo igual de hermoso que ella. De su seno surgió entonces una rosa blanca que utilizaría a partir de ese momento como adorno. Un día, Dioniso se acercó a ella y vertió unas gotas de su copa de vino sobre la flor, con lo que esta adquirió su característico tono rosado.
Se dice también que las rosas brotaron de la tierra por primera vez a partir de la sangre de Afrodita, cuando esta se cortó en un pie mientras corría hacia el agonizante Adonis, herido de muerte por un jabalí.
Una cuarta versión cuenta que Dioniso creó los rosales a partir de un zarzal. Una ninfa a la que perseguía se quedó enganchada en las espinas de un arbusto. Al presentarse Dioniso ante la ninfa, esta se sonrojó, y el dios, agradado con la visión de sus mejillas, ordenó al zarzal que se adornase con flores del mismo color. Lo tocó con su varilla y de él brotaron entonces las primeras rosas que hubo en el mundo.

Violeta
En Grecia se contaba que las violetas nacieron del color de la sangre de Atis, cuando en un acto de locura se castró a sí mismo bajo un pino. Atis era un joven pastor al que amaba profundamente Cibeles, la diosa madre frigia. Cuando Atis quiso casarse con una de las hijas del rey Midas, Cibeles se puso muy celosa y llevó al joven a un trance tal que le provocó que quisiera castrarse.
Según esta versión del mito, no pudo sobrevivir a esta tropelía y la inconsolable Cibeles lo convirtió en un pino. La diosa introdujo un ritual anual de llanto por él y declaró que, en su memoria, todos sus sacerdotes deberían ser eunucos.